Estaré el sábado en la plaza de Colón. Por supuesto. Ningún demócrata, nadie que defienda la autonomía de los ciudadanos, puede dejar de asistir. También los socialistas que defienden la democracia estarán allí. Rosa Díez es su representante. Su presencia no está justificada por ser socialista, alguien que imagina una extraña libertad de la especie, o del pueblo, sino porque no desespera de la libertad de las personas. En cualquier caso, porque intuyo que este acto es algo más, bastante más, que una mera protesta contra el Gobierno socialista, estamos obligados moral y políticamente a dar razones de nuestra asistencia. Un nuevo acontecimiento requiere un nuevo argumento. No se trata de justificar la libertad sino de ser libre, de ejercer nuestro libre albedrío, con nuevas razones.
Nadie se llame a engaño. La concentración de la plaza de Colón revestirá, en realidad ya reviste, una singularidad respecto a las anteriores convocatorias de la Asociación de Víctimas del Terrorismo Y, precisamente, porque he asistido en Madrid a todas las manifestaciones convocadas por la AVT contra la política antiterrorista del Gobierno, creo que tengo que esforzarme en dar mis razones ciudadanas a favor de esta nueva cita. Ni que decir tiene que jamás he dejado de analizar los "motivos" de esas otras convocatorias, incluso he escrito sobre ellas con detenimiento aquí y en otros medios. Sus lemas y motivaciones siempre me han parecido impecables. Limpios. Eran y siguen siendo espejos de educación democrática.
Pero, en verdad, las palabras utilizadas por Francisco José Alcaraz para reunirnos el día 10 en Colón me han impresionado. Las hago mías. Son un salto cualitativo con respecto a otras convocatorias. Hay un progreso moral, que supera, en mi opinión, la anterior fase de la política de protesta democrática. Me esfuerzo en descubrir lo que llevan adentro las palabras de Alcaraz, mis palabras, y no puedo cuestionarlas sin renunciar a la vida. El grito de Alcaraz es sencillo en su formulación. Es un llamado a la "rebelión ciudadana" contra un Gobierno que se rinde ante ETA. He ahí sintetizada toda la sabiduría de salvación, de vida ciudadana, que necesita nuestra mortecina situación política. Sin rebelión no hay democracia. Vida. La AVT nos sitúa ante un ejercicio democrático nuevo, genuinamente político, a un lado limita con el pacifismo al otro con la violencia. Los ciudadanos expresaremos no sólo nuestro poder de decir "no", sino que nos rebelamos contra las normas de un Gobierno que pacta con los asesinos. No es sólo una protesta más, que sería la cuarta en un año y medio, sino que asistimos a un acto de rebelión ciudadana, en cierto sentido, un acto de "violencia", que requiere una justificación diferente a las convocatorias pasadas.
Sí, sí, la convocatoria de la plaza de Colón no es únicamente nuestra última esperanza para que el Gobierno rectifique una política errática, que no tiene en cuenta a la AVT y al partido político que representa a más del 40% de los ciudadanos, sino que es un acto de poder democrático, de poder-fuerza, que tiene a su lado, insisto, la "violencia"; más aún, enfrenta una violencia a otra. El acto del sábado tiene que ser, como ha dicho el presidente de la AVT, un acto de rebelión ciudadana. También podríamos catalogarlo de desobediencia civil, porque queremos quebrantar "leyes" y "normas" apelando a nuestra conciencia. He ahí la diferencia fundamental entre la concentración del sábado y las anteriores manifestaciones. Es menester que nos percatemos de esa singularidad, del riesgo personal y ciudadano que entraña, para que crezcamos en nuestro aprendizaje democrático.
Hasta ahora, cuando salíamos en manifestación contra la política antiterrorista del Gobierno, expresábamos un desacuerdo, seguramente muy serio y bien argumentado, pero era, al fin, una disensión con ánimo de que aquél cambiara o aceptara nuestras razones. Sin embargo, la concentración de Colón tiene otro significado. Es un acto de rebeldía civil. Una llamada a la "violencia", sin duda alguna, simbólica, pero tan poderosa como la violencia a la que nos enfrentamos. Los ciudadanos rechazamos, desobedecemos, en fin, nos rebelamos contra las normas jurídicas, o posibles normas surgidas del Parlamento nacional, que le permitan al Gobierno negociar con ETA. Los ciudadanos, por lo tanto, nos oponemos a esa negociación violando, conscientemente y por el poder de nuestra conciencia, la norma que le permite al presidente de Gobierno rendirse ante ETA.
Rebelión cívica, sí, porque quizá no resuelva todo, como dijo el argelino, pero por lo menos le hace frente. Nos da vida.